portada de la canción de dilmala

La Canción de Dilmala (poema)

 La muchacha, que era alegre,
 no come ni duerme.
 Ya no baila entre las flores,
 ni ríe las travesuras de los niños.
 Día y noche suspira al borde del camino.
  
 ¿Qué tienes, niña mía?
 Quiere saber su madre.
 La primavera no te alegra,
 ni el trino de los pájaros te complace.
  
 Le ofrece las bayas más dulces,
 mas la niña no las toma.
 Mirando sigue el camino,
 y sólo suspira y llora.
  
 Oh, madre. La pena me aflige,
 y la añoranza me consume.
 De amanecida fui al río a buscar agua.
 Los odres llené para la familia.
 Y ya de regreso estaba,
 cuando vi que, en la otra orilla,
 alguien también sus odres llenaba.
 Era el más bello muchacho
 el que la Madre me mostraba.
  
 ¿Quién eres? Le pregunté.
 Antes tu rostro nunca vi.
 Mi nombre es Amanecer.
 Y para ser tu compañero
 vine aquí.
  
 Prometió que, al final del día,
 allí mismo nos encontraríamos.
 Mas, cuando a la tarde regresé,
 por más que busqué en el río,
 no había odres ni muchacho,
 tan sólo los cazadores
 que volvían por el camino.
  
 Día tras día, volví a esperarle.
 Mas él nunca regresó.
 Allí voy cada madrugada,
 antes de que salga el sol.
 Mas sólo un tierno cervatillo
 bebiendo en el río la Madre me mostró.
  
 Escucha mi dulce niña
 lo que tu madre te explica.
 Antes que tú, hubo otras.
 Y más habrá llegado el tiempo.
  
 Lo que viste fue un engaño.
 No venía de la Madre,
 sino de un espíritu travieso,
 que se burla de las niñas
 que esperan hallar un compañero perfecto.
 Olvídalo, por tu bien.
 Y tendrás dicha y contento.
  
 Desobedecerte no quiero buena madre,
 mas olvidarle no puedo.
 Aunque la vida pase buscándolo,
 si no es él,
 mi corazón no aceptará otro compañero.
  
  
   

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